La comunicación en los tiempos de cólera

La comunicación en los tiempos de cólera

En nuestra sociedad, vivimos cada vez más enojados porque hacemos lo que tenemos que hacer y no lo que realmente quisiéramos hacer: tal vez no elegimos la profesión adecuada o el trabajo que tenemos no nos satisface o quizás tener que pagar las cuentas nos obliga a mantenernos en una empresa que no nos hace feliz, dejando relegados nuestros proyectos e incluso olvidándonos de nuestra vida personal.

Tal vez sea por miedo al fracaso, por desidia o simplemente por falta de tiempo (lo urgente nunca deja tiempo para lo importante) pero la frustración por no hacer aquello que realmente nos gusta poco a poco nos va apagando, alejándonos de nuestros objetivos y aislándonos no sólo de las personas con las que trabajamos y convivimos día a día, sino también de nuestras familias y amigos.

Lamentablemente, toda esa energía negativa que generamos por desilusión la canalizamos en nuestras comunicaciones interpersonales afectando las relaciones laborales y familiares en el día a día, pues el estrés y la frustración nos convierten en personas irritables, reaccionado con enfado ante cualquier situación que nos saque de nuestra zona de acción.

COMO FICHAS DE DOMINÓ

¿Te ha pasado que de camino a la oficina tienes un incidente de tráfico sin mayor importancia, pero es suficiente para desencadenar tu enojo y convertir una mañana normal en el peor día de la semana?

Lamentablemente muchas veces permitimos que pequeñeces se conviertan en grandes problemas que afectan tu estado anímico y como -fichas de dominó- desencadenan conflictos por todas partes.

Nos comunicamos de acuerdo a cómo nos sentimos: si todo va bien, no tenemos ningún problema en llegar a la oficina saludando a nuestros compañeros, interesarnos en los planes de nuestro equipo, compartir algunos chistes, comentar las noticias del día e integrarnos en la dinámica laboral.

Pero si pasamos una mala noche o despertamos con un montón de problemas encima, lo más probable es que lleguemos de mal humor y terminemos desquitándonos con alguien que no tiene nada que ver con el enojo.

También sucede que tú llegas al trabajo de buen humor, relajado y preparado para lo que toca hacer ese día. Pero resulta que un compañero está de mal humor por algún motivo que desconoces y en tu primera interacción con él se desquita contigo o simplemente te responde cortante y eso es suficiente para trastocar la jornada, poniéndote de malas y contagiando del mal humor a alguien más.

¿Cómo permitimos que el enojo de alguien más se convierta en nuestro problema y afecte nuestro estado anímico?

DESCUBRIR EL ORIGEN

Cuando armamos un gran conflicto por algo que pareciera no tener mayor relevancia vale la pena preguntarse qué es lo que realmente nos molesta.

¿Cuál es el motivo real de ese enojo que se aparece cuando menos lo esperas en nuestras interacciones sociales? ¿Son las acciones de los otros o somos nosotros mismos quienes nos complicamos la vida?

La comunicación puede estar marcada por un enojo quizás contigo y con tus decisiones, pero en lugar de cuestionarte a ti, lo canalizas a otras personas, usualmente aquellas con las que más convives o con quienes más confianza tienes.

Para detener esa enorme bola de nieve que amenaza nuestras comunicaciones interpersonales vale la pena parar un momento y responder con toda sinceridad qué es lo que nos ha causado el enojo. Si esa irritación proviene de nuestras propias decisiones, toca hacer un ejercicio de autocrítica para saber cuáles son las situaciones que debemos cambiar para poder llegar a donde queremos y evitar desquitarnos con los demás por la frustración que sentimos porque lo que hacemos no encaja con lo que planeábamos hacer.

Cuando se trata de reducir la frustración por no vivir la vida soñada es necesario tomar acción inmediata y analizar honestamente qué estoy haciendo ahora, qué puedo empezar a hacer, qué sí quiero y he dejado de lado, qué hice hoy para encaminarme a ese objetivo.

Para buscar un equilibrio entre lo que tenemos y lo queremos hacer no hay que perder de vista aquellas cosas que tenemos ahora mismo y que nos hacen felices, además de determinar qué situaciones o personas nos restan energía y es necesario dejar atrás.

UN ESPACIO PARA LA EMPATÍA

Y así como nosotros nos encontramos en situaciones vulnerables, enfrentándonos a una larga lista de problemas, ansiedades, nostalgias, apatías, enojos, desilusiones, frustraciones y más, la persona que está frente a nosotros puede estar lidiando con escenarios tanto o más catastróficos que los nuestros.

Desafortunadamente muy pocas veces nos detenemos a pesar en las batallas que está peleando el otro antes de comenzar a exigir, juzgar, criticar.

Ante el desconocimiento de la vida ajena, nos toca intentar ser un poco más empáticos. Observar y escuchar al otro para poder entender su comportamiento y evitar tomar como algo personal la forma en que se comporta cuando está ante una situación complicada. Es responsabilidad de cada persona las reacciones que tiene ante los conflictos, pero para lograr una mejor comunicación y armonía, nos toca a todos ponerse un rato en los zapatos del otro.

1300 1000 Isabel Lozano

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